Folha de S. Paulo


Bolivianos se transforman en la segunda mayor colonia de extranjeros de São Paulo

Atrás quedaron los tiempos que italianos y japoneses eran las mayores comunidades de inmigrantes en São Paulo. En años recientes han sido los bolivianos que más han subido en esa lista - sólo atrás de los portugueses. Según el último censo, el número de bolivianos registrados como habitantes de São Paulo entre 2000 y 2010 aumentó para 17.960 --un crecimiento de 173 por ciento. Considerando los inmigrantes ilegales, ese número sería cinco veces mayor --100.000 personas.

El éxodo de bolivianos hacia el Brasil comenzó hacia 1950 gracias a un acuerdo cultural bilateral. Desde entonces, ellos se han diseminado por São Paulo, experimentado varias profesiones, fundado empresas y, algunas veces, hecho fortuna.

"El Brasil es un país que te acoge bien," dice Marcelo Gutglas, 72, que vivió en La Paz hasta los seis años de edad. Después de vivir en Argentina y Polonia, en 1958 fijó residencia en la avenida São João.

Gutglas se graduó de ingeniero electrónico en la universidad Mackenzie. En 1973 inauguró el ahora extinto Playcenter, en el barrio de Barra Funda. "Aquí nunca tuve problemas por ser boliviano. Ni en la escuela, ni en la universidad. En la Argentina sí que los tuve --no se me olvida que me llamaban de 'boliviano de mierda'".

AÑOS 1960

Los pioneros de la inmigración boliviana tenían ascendencia europea y ahora viven en barrios de clase alta, como Higienópolis y Morumbi. "Me di cuenta que muchos estudiantes se instalaban aquí, y por eso vine", cuenta Hermógenes Tapia Rojas, 75, vecino de Morumbi.

Después de terminar su carrera en 1963, Tapia retornó a Bolivia. Un año después volvió a São Paulo para especializarse en ortopedia. Trabajó en el Hospital de las Clínicas y en la Santa Casa, donde sus colegas lo llamaban de "gringo". Tapia dice nunca haberse sentido discriminado.

Célida Cristina Camacho, de 68 años, comenzó a trabajar en el ramo de la confección "por accidente." Vino aquí para estudiar derecho, pero, cinco días después de su llegada, comenzó a trabajar en una sastrería en la Rua José Paulino, en el barrio del Bom Retiro.

AÑOS 1980

Pero el perfil del inmigrante boliviano mudó a partir de 1980. Hubo un flujo mayor de mano de obra no calificada; gran parte de esos inmigrantes terminaron estableciéndose en la periferia de la ciudad.

René Cáceres, 41, trabajó casi por siete años en los talleres de confección de Brás, donde "las condiciones de trabajo eran aceptables, a pesar de trabajar unas 14 horas por día".

Cáceres creó su propio taller años después, reclutando varios compatriotas. "Dicen que los bolivianos trabajamos como esclavos, pero en Brás yo trabajaba hasta las 9 de la noche. Para mí ese es un horario normal".

Lo que para Cáceres era normal, para el fiscal de justicia laboral Luiz Fabre sería "deshumano". Muchos bolivianos no han comenzado a trabajar y ya deben a sus patrones dinero por transporte y comida. En los talleres, sus documentos les son confiscados.

Trabajan sin parar desde las 7 de la mañana hasta la medianoche, y viven atrás de los talleres, compartiendo su espacio con botellones de gas, entre docenas de camas amontonadas.
Cada trabajador en estos talleres confecciona un promedio diario de 40 piezas de ropa, de lunes a sábado. Ganan, por cada una, cincuenta centavos de real; su salario mensual, no obstante, ni llega a los 500 reales.

Esos talleres de pequeño porte son como una tercerización perversa del sector de la confección. El producto del trabajo de los bolivianos termina supliendo a talleres brasileños y coreanos que, a su vez, lo revenden a propietarios de grandes marcas.

Revista sãopaulo

TALLERES

Gabyno Mayta, 29, acabó de abrir su propio taller en la Vila Gustavo, en la región norte de São Paulo, donde habita con su mujer y dos hijos.

Con cuatro funcionarios en nómina --todos bolivianos-- su taller gana 1.50 reales por cada camisa polo que vende. Entre sus empleados está su primo de 18 años, cuya meta es comprar un Fiat Dobló. "La vida es dura por estos lados, pero aquí se gana más que allá en Bolivia. Mientras que sea así, Brasil está bien para mí", nos dice.

En São Paulo desde 2008, Rosario Céspedes pasó de costurera de carteras a trabajar en un restaurante en la rua Coimbra; luego laboró en una agencia de viajes y, por último, en una casa de cambios. En vez de retornar a su tierra natal, Céspedes trajo a su marido y sus tres hijos, sus padres y a un sobrino para compartir un apartamento en Belenzinho, en la célebre Zona Leste de São Paulo.

Su vecino Raúl Gonzáles llegó a São Paulo en 2006 "por cosas del destino" y aquí plantó raíces. "São Paulo es, para nosotros, una nueva América. Yo no sé porque los brasileros migran para los Estados Unidos y Europa si aquí lo tienen todo."

SIMPATIA

Vivir en São Paulo es emocionante para Cristhian Gutierrez, 36, y su mujer Ana Karen Chavez, 23. Con la ilusión de "probar suerte", los dos vinieron a vivir en la ciudad en 2011. Cristhian, un vendedor, y Ana Karen, quien cuida de una anciana, tienen un plan: ganar más de los 2.500 reais que perciben al mes. "Queremos llegar a los 10.000 reales", él dice.

Los bolivianos niegan ser objeto de discriminación, pero, de acuerdo con la profesora Marcia Cabreira de la PUC-SP, la hostilidad es tangible especialmente en las regiones norte y este de la ciudad.

Los bolivianos muchas veces son sometidos a agresiones físicas que incluyen riñas provocadas por brasileños, o comentarios sobre su higiene personal.

"La sociedad brasileña todavía no acepta la inmigración boliviana como la de otros pueblos porque ven nuestra mano de obra muy humilde", afirma Víctor Palenque, de 58 años. Administrador de empresas y vecino de Sumaré, vive en el Brasil desde 1982.

"Poco a poco nos ganaremos la simpatía de la sociedad. Es un proceso que consume mucho tiempo. No acontece de un día para el otro."

(COLABORACIÓN DE CHICO FELITTI; TRADUCCIÓN DE ANDRÉS VASCONCELOS)


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